La plaza de Las Ventas hizo públicos los premios nada más terminar la Feria. Según los leía se me cayó la quijada hasta quedárseme una mueca de Saturno devorando a sus hijos, al ver que el premio al mejor toro del ciclo para los pulcros taurinos venteños recae en "Despreciado", Nº 58, de Juan Pedro Domecq, lidiado en sexto lugar por David de Miranda el 24 de mayo, día de su confirmación de alternativa. Su comportamiento bravo en la muleta propició la Puerta Grande del onubense. Como digo fue un buen toro moderno en la muleta, bravo, pero para mí no merecedor del premio al mejor toro de la Feria.

El nuevo taurino está lleno de tópicos, ya no les valen los sucesos extraordinarios. Han entrado en un bucle que, por narices, tenemos que aceptar porque sin esa Tauromaquia de triunfos y perfecta, ya no hay vuelta de hoja. Pues no, señores. Yo ese premio no lo acepto. Repito que fue un toro bravo en la muleta pero colaborador para un triunfo. Me quedo con "Carasucia" porque dio verosimilitud a la obra. Porque su torero, aunque digno, sufrió aquello de "¡Dios te libre de un toro bravo!". Porque ganó la pelea. Porque los tópicos no caben en mi afición.
El discurso triunfalista desencadenado en la Tauromaquia se centra en que sólo merece premio el toro con el que se triunfa. No tienen en cuenta el comportamiento que se puede imponer al torero. La mayoría de los premios, hoy en día, entienden que el toro extraordinario y merecedor de premio es el que sirve como instrumento para el triunfo, lo festejan por ser un factor en el éxito del espada. Un tópico agotado cuando salta al ruedo un toro como "Carasucia".
Por José Vega
Aficionado
Licenciado en Historia del Arte
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